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sábado, 29 de diciembre de 2018

CADA PERSONA TIENE UNA LUZ INTERIOR ...PARA BRILLAR EN EL EXTERIOR SIENDO LUZ PARA QUIENES LES RODEAN....


El Sol volverá a brillar para ti de nuevo....No importa lo que esté sucediendo

 ahora en tu vida. ¡Dios ya tiene algo perfecto para ti!... Créelo y ¡Confía en 

Él!...

Vuestra luz

Así alumbre vuestra luz delante de los hombres, para que vean vuestras 

buenas obras, y glorifiquen a vuestro Padre que está en los cielos. Mateo 

5:16.

De todas las órdenes dadas por Jesús, tal vez esta sea una de las que 

confunde al ser humano. No es que no le guste brillar; al contrario, vivimos 

en un mundo en que todos quedan deslumbrados por las luces. Cada año, 

miles se inscriben en programas de televisión, soñando con 15 minutos de 

fama. Multitudes hacen largas filas en búsqueda del nuevo celular que 

apareció en el mercado; se endeudan a fin de tener un automóvil último 

modelo, con la intención de ser vistos.

¿Quién no desea brillar? Desdichadamente, no es de ese tipo de brillo que 

habla la Biblia. El texto de hoy se refiere al carácter; a lo que soy cuando 

las luces se apagan; a lo que hago cuando nadie me ve. El carácter es el 

sello de la personalidad. Se manifiesta desde adentro hacia afuera. Es el 

resultado algo que sucede en el interior. Se nutre de las horas de 

meditación, estudio de la Biblia, y de la oración.



Observa al cielo.... ¿Qué ves?..... ¿El sol?.... El astro rey fue hecho para 


brillar. 

Es fuente de calor, luz y energía.

Mira otra vez al cielo. ¿Qué ves? ¿La luna? La luna también brilla, y 

proporciona luz.

¿Cuál es la diferencia entre ambos? El sol brilla porque es la fuente; la 

luna, porque refleja la luz del sol. Esta es la lección de hoy.

Si deseas brillar de verdad, necesitas comprender que eres luna, y no sol; 

que tu brillo no proviene de ti sino de Dios. Cuando recibes su luz, tu brillo 

es la consecuencia. De otro modo, tu vida se transforma en una 

permanente desesperación por aparecer; aunque, para eso, debas transitar 

caminos peligrosos. Que te conduzcan a la muerte.

No existe nada más triste que intentar brillar solo por fuera, aparentado y 

mostrando una faceta que solo existe en público.

Hoy. Al comenzar un nuevo día, ve a Jesús. Permite que su presencia 

santifique tu vida; deja que su carácter se reproduzca en tu vida; que tus 

ponimientos sean los suyos y que tus acciones sean el resultado natural de 

tu compañerismo con él.

Búscalo de todo tu corazón, para que “así alumbre vuestra luz delante de 

los hombres, para que vean vuestras buenas obras, y glorifiquen a vuestro 

Padre que está en los cielos”.

Lo veremos

Amados, ahora somos hijos de Dios, y aún no se ha manifestado lo que 

hemos de ser; pero sabemos que cuando él se manifieste, seremos 

semejantes a él, porque le veremos tal como él es. 1 Juan 3:2.

El apóstol Juan es enfático al afirmar que, en el cielo, “le veremos tal como 

él es”. Se refiere a Jesús; y creo que será el momento más emocionante 

para la raza humana. Porque, en esta tierra, mientras Jesús no regrese, 

solo podemos relacionarnos con él por medio de la fe, separando 

diariamente tiempo para estudiar su Palabra y para orar. Pero, en el cielo, 

podremos verlo cara a cara, tal como él es. ¿No es extraordinario?...

Quiero estar allá, y sentir el abrazo de Jesús. Agradecerle por haberme 

permitido llegar allí; decirle que, en esta tierra, prediqué su Palabra por la 

fe, y traté de servirlo en humildad. Pero, creo que jamás tendré palabras 

para agradecerle porque me amó. Si un día llego ante su presencia, no 

será porque haya hecho algo bueno para merecer esa bendición sino, y 

únicamente, por el amor precioso de Dios.

El versículo de hoy trae otro pensamiento de ánimo y de esperanza: la vida 

cristiana es una vida de crecimiento. Juan afirma: “ahora somos hijos de 

Dios”. ¿Y antes? Sin duda vagábamos por el reino del enemigo, intentando 

encontrar la manera de ser felices, sin lograrlo. Pero “ahora”, esto es, en el 

presente, toda esa antigua vida pasó; hemos crecido. Pero no hemos 

llegado aún al ideal que Dios tiene para nosotros; aún no se ha manifestado

 lo que hemos de ser”, dice el apóstol.

Hay un ideal elevado. Demasiado elevado desde la lógica humana. Un día, 

“seremos como Él”. ¡Qué objetivo!... ¡Continuar avanzando!... A pesar de 

nuestras posibles caídas. Levantarse y proseguir al blanco porque, con 

toda seguridad, un día lo alcanzaremos, por la gracia maravillosa de Jesús.

Un día “le veremos”. ¡Este será el fin de nuestro peregrinaje!... Habremos 

llegado al final de la jornada de dolor y de sufrimiento que el pecado trajo 

esta tierra. Nadie más te hará sufrir; la muerte no arrancará más seres 

queridos de tus brazos. No tendrás que llorar tus derrotas, por causa de la 

naturaleza pecaminosa que te perturba de día y de noche. No habrá más 

promesas no cumplidas ni decisiones que duran solo una semana. He 

aquí, 

todo será hecho nuevo.

¿Te gustaría estar allá?... Hoy es el día de Buena Nueva, hoy es el día de 

salvación. Recuerda: “Amados, ahora somos hijos de Dios, y aún no se 

ha manifestado lo que hemos de ser; pero sabemos que cuando Él se 

manifieste, seremos semejantes a Él, porque le veremos tal como Él es”.

A veces creemos que la vida se nos está cayendo a pedazos.

Recibimos golpes duros que nos hacen pensar, que nunca podremos 

superarlos.


A veces perdemos por momentos la fe y nos invade el desaliento.

La vida tal parece una sucesión de hechos inesperados, pero no es así.

Siempre detrás de todo l
o que sucede, está la mano de Dios. 

  La vida es mucho mejor sonriendo, amando, perdonando, compartiendo 

y luchando por nuestros sueños. Dale vida a tu vida, que es un regalo de 

Dios...

 Que la dicha de este día despeje cualquier tristeza de tu vida y que Dios 

derrame lluvia de Bendiciones sobre Ti...


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