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jueves, 17 de enero de 2019

A QUIEN NO LE HA PASADO, PERDER LA FE.... CUANDO LA VIDA SE PONE DIFÍCIL Y LA TRISTEZA LE ABRAZA...


Hoy sentada aquí, en esta banca que durante mucho tiempo fue mí lecho, mi todo. La que me vio crecer, la que me acompañaba junto a las estrellas a llorar mis penas. Son tantas cosas que tuve que vivir y tantas otras que la vida no me permitió palpar. Confieso que cuando llegaba la noche no sé si lloraba porque tenía frío o porque mi estómago estaba vacío.

Pero a pesar de todas las dificultades por las que tuve que pasar, muy a pesar de todo eso, en mi corazón no dejo de existir la fe y la esperanza en Dios. No critico a todo aquel que está en este momento sufriendo, o guardando en su corazón una profunda pena, el no creer al igual que yo en el Ser Supremo.

Muchas veces pensé que era Él (Dios) quién me dio la suficiente fuerza para sobrevivir en ese mundo tan inhumano. Y a pesar de que ha pasado mucho tiempo, ese pensar aún lo sostengo. Dicen que el tiempo lo cura todo, pero aún no han sanado del todo las heridas que llevo en mi corazón. Y sigo aún aquí, en mi banca, reviviendo todavía mis tantas experiencias, mis tantas penas.

Y de tanto recordar, he visto pasar frente a mis ojos a una niña con lágrimas en sus ojos y con una profunda soledad en su andar. Que aunque trate de sonreír, no puede borrar de su mirada la inmensa necesidad de un abrazo fraternal, cálido y sincero.

Y no pudiéndome contener corrí hacía ella, cuando por fin logré alcanzarla y mirar su rostro, pude visualizar que era yo misma. Y no dudé un instante en regalarme ese abrazo que había anhelado durante mucho tiempo.

No sé que pasó en ese momento, pero desde allí toda mi vida es alegría, paz y serenidad. Aunque aún no he logrado comprender que fue lo que pasó, muy en el fondo de mí ser sé que eso sólo pudo ser obra de nuestro Creador. Y esas tantas heridas que antes dije que no habían sanado, ahora puedo expresar que ya han cicatrizado.

Después de haberme perdonado, y con mi cuerpo casi adormecido, alcé mis manos al cielo, y elevé una plegaria de agradecimiento a mi Padre Celestial por tratar conmigo en sueño, y por quitar de mí la pena que sin saber aún estaba. Gracias Dios por tratar conmigo y por quitar todo aquello que estaba impidiendo bendiciones en mi vida.


Cada ser tiene su propia historia vivida...Algunas tristes difícil de vivir  y contar y todas nos llevan al mismo camino que es Dios, el único Ser de amor, bondad y poder que nunca abandona...
Cada respirar es un milagro, cada minuto que pasa es una oportunidad y cada vida un tesoro que nos entrega Dios.  

La oración abre puertas. Pasa tiempo con Dios a solas. Ten FE por lo que estás orando, y cree que va a suceder, y así será...Que Dios llene de bendiciones tu vida y tu hogar... 

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